¿Qué es la filosofía? por Walter O. Kohan

¿Qué es la filosofía?
Walter O. Kohan





Un grito. Seco, prolongado, intermitente, la filosofía es puro grito. Grito puro, o el ímpetu de un grito que no cesa, que recomienza una y otra vez. Y listo. Bastaría afirmar eso. Bastaría… pero no basta… Ella no es sólo grito. El grito, entonces, no es suficiente para definirla. Es cierto. La filosofía es más que un grito. ¿Muchos gritos? Sí, pero también muchas otras cosas. Es sangre, lucha, ímpetu. En todo caso, no es fácil definir la filosofía. Las imágenes y las palabras ayudan, pero también confunden: ¿de qué modo cosas tan banales como la sangre, la lucha y el ímpetu podrían dar las notas de una señora tan noble y digna como la filosofía? 

Algo parecería estar muy fuera de su lugar. No lo está. En todo caso, no hay de qué preocuparse: la filosofía es un no lugar, un afuera, un borde. Con ella estamos siempre en un lugar de difícil entrada y salida: las palabras exigen ser explicadas y la filosofía es todo menos una explicación: tierra de aporía. 

No explica, y tampoco puede ser explicada; mucho menos pueden serlo las palabras que pretenden mostrarla. Daremos entonces un rodeo. También precisamos otro tiempo. La filosofía crea. Gilles Deleuze ya fue suficientemente explícito: la filosofía crea conceptos. Pero no es verdad que la filosofía pueda caracterizarse por la creación de conceptos. No. Al menos no del todo. La filosofía hace algunas otras cosas. Por lo menos crea otras cosas: estados de ánimo, afecciones, emociones, vibraciones, mundos… Y no sólo crea. También hace otras cosas: des-crea, des-cree y des-entiende; intensifica, interrumpe, interfiere; sus-pende, sos-pecha, sus-tenta. Y mucho más. Inclusive, pace Deleuze, no es cierto que no reflexione y que no comunique. 

Claro que la filosofía no es la única que reflexiona, ni es imprescindible para ello, pero también loes que puede reflexionar de otra manera; y, además, puede comunicar otra cosa que los comunicadores; por empezar, otra relación comunicante,. De modo que la filosofía no explica ni justifica, pero reflexiona y comunica. Aquí la cosa se vuelve más interesante: pese a la pretensión de (casi) todos los filósofos, la filosofía no hace una única cosa. Por eso es indefinible. 

Por eso la pregunta por ella misma aparece en una entrada de un diccionario de educación de la diferencia. Por eso, también, esa pregunta nunca pierde sentido. ¿Nunca? Por favor, los lectores sean indulgentes. Está bien: casi nunca. De modo que la pregunta que nos ocupa podría tener una única palabra como respuesta verdadera: la filosofía es filosofías. Pero tampoco podríamos terminar allí. De ninguna manera. 

Ya lo sabemos, lo múltiple no es lo plural. Al contrario, allí comenzaríamos nuevamente: ¿filosofías? Múltiples comienzos… Múltiples. Sólo sugeriré algunos comienzos, arbitrarios, contingentes, ocasionales, como (¿casi?) todo comienzo, hasta regresar al primer comienzo. Sí, el lector atento no se engaña: la filosofía no termina; ella también es eterno retorno.



Si de retornar se trata, hay que retornar a Platón, comienzo doble, múltiple, comienzo de comienzos. Él lo pone muy claramente en boca de Sócrates, iniciado también como iniciador entre los iniciantes, cuando estaba a punto de morir frente a sus amigos (y no es un detalle que, en el comienzo, el filósofo muera, y que lo haga entre amigos): la filosofía es música, dice Platón: la música más grande y más intensa. Armonía, oído, relación, vínculo, ritmo. Eso es la filosofía: música. Una forma acorde de volver al inicio. También lo dice Platón: aprender es recordar; saber es recordar; pensar es recordar. 

Sí, claro, Foucault agregó que se trata de recordar para olvidar. Con todo, el olvido de la filosofía no apaga el recuerdo: le otorga una nueva posición. He aquí el movimiento de los opuestos, no dialéctico, de la filosofía. Lo dice Heráclito, que tanto amaba los opuestos: la filosofía no tiene nada que ver con la erudición. De modo que la filosofía es también olvido del recuerdo, y filosofar es recordar para poder continuar olvidando. Recordar para olvidar, para comenzar de nuevo, en el pensamiento. Eso también es la filosofía. Empezar. Inicio sin fin. Comenzar cada vez. Pensar cada vez como si fuese la primera. Y la última. Sonreír delante de las supuestas explicaciones. Máscara naciente. Infancia. Sí, la filosofía es, también y sobre todo, infancia. 

La filosofía es una forma de sensibilidad. Como nos recuerda G. Ferraro, la filosofía es el único saber que en su denominación contiene un sentimiento: el amor. Sí, la filosofía es una forma de amor, y no sólo de amor a los saberes o a los otros, la filosofía es un modo de amar lo imposible de ser amado: el mundo.

Philosophia amor mundi est.


Saber sin contenido, la filosofía es también ignorancia. No estoy jugando ni haciendo bromas (claro, la filosofía también es una forma de inventar palabras). La filosofía no sabe nada, en el sentido fuerte de la expresión. Sí, ya lo dijimos, la filosofía crea conceptos. Pero también ignora, alegremente, los conceptos que crea. Necesita hacerlo para poder crear otros y también para poder continuar ignorándolos y para provocar sus efectos. En verdad, si la filosofía sólo crease conceptos sería insoportable. Como también lo sería si sólo ignorase los conceptos que crea. Con todo, desde el inicio, la filosofía no es menos ignorancia que saber. Es la potencia de ignorar, y como la ignorancia es Humanamente insoportable, también, desde el inicio, la filosofía es muerte. 



Es hora de terminar. Tal vez podamos ahora volver a aquellas primeras palabras que dicen qué es la filosofía, no más, pero tampoco menos que tantas otras palabras y que las definiciones más rutilantes de los filósofos. Ya lo dijimos: la filosofía es sangre, lucha, ímpetu. Trinidad de la filosofía. Vida de la filosofía. Muerte de la filosofía. Sí, la filosofía también vive y muere de números. Nos detenemos en ellos. A esta altura, espero, ya no necesito agregar nada más.

ASESORÍA PARTICULAR EN INVESTIGACIÓN PSICOLÓGICA